Cinco minutos. En la obertura de su show, ese es el lapso
que destina Charly García a resumir en la pantalla central todos los capítulos
de su carrera, desde los tempranos días en Sui Generis, hasta las irregulares
aventuras del nuevo siglo, rematando en los últimos trabajos, los mismos que
retratan redención artística y personal. No hay mejor aperitivo para el
concierto que anoche juntó a 5 mil personas en un Movistar Arena en la mitad de
su capacidad: de algún modo, el García de hoy, a los 60 años, con el bigote
cada vez menos bicolor y más blanco, con un itinerario remitido a las reseñas
musicales más que a la crónica roja, es la batalla entre ese ayer inmaculado,
que provoca la reverencia incuestionable, y un hoy que aún se abre incierto.
Todos los que arribaron hasta el Parque O’Higgins lo
hicieron masticando ese dogma que establece “él es Charly”, como un comodín que
soslaya de un plumazo los conciertos a medio terminar y las rabietas en hoteles
de las últimas décadas. Sobre todo, aquellos que ya superan con holgura los 30
años y que aparecieron armados con el brazalete de Say No More, como una suerte
de ejército fiel que vive y muere para su líder. Pero también merodeaban los
fantasmas de siempre y las amenazas de desgaste físico y escénico. Al final, el
gallito lo ganó el peso de la historia, afianzada en una creciente recuperación
que ya se avizoró en su visita de 2009.
Sí, el argentino está recuperado y el primer bocado para
festejarlo es Fanky, con su numeroso entramado de músicos -10 en total-
vestidos con overol café y el protagonista de la noche al piano. Sí, el
cantautor despunta resurrección, pero también bajo un maquillaje bien
preparado: su voz suena desgastada y se esfuerza hasta el dolor por alcanzar
los tonos de antes, misión secundada por su nueva corista, Rosario Ortega, hija
de Palito Ortega, uno de los principales responsables en su rescate del
precipicio. Su conjunto, The Prostitution, e integrado por tres chilenos, suena
tosco y pesado, acorde con el tono más duro de muchos de sus temas y lo que, de
paso, también camufla muchos de sus ripios vocales.
“¡Hola Mendoza!”, es el irónico saludo del ex Serú Girán, en
otra marca de fábrica aplaudida sin concesiones por su fanaticada. Luego pasan
Rezo por vos -con el rostro de Spinetta en las pantallas-, Cerca de la
revolución, No soy un extraño y una memorable Asesíname. Los Dinosaurios tiene
su ya clásico cachetazo a las dictaduras militares, mientras que Demoliendo
hoteles suena como una celebración más que un autorretrato masivo. Es que el
argentino no sólo sorteó sus peores años: también ha vuelto para rasguñar sus
mejores días.
Una noche de ensayo
Una impronta evidente desde su prueba de sonido del
miércoles en la noche, en ese espacio privado que comparte con los músicos,
representantes y amigos que siguen ahí, pese a todas las caídas. A las 21.30
horas de ese día, el artista sube a escena vestido de chaqueta negra, jeans
azules y lentes oscuros. Su caminar es lento y torpe, como si no intuyera el
rumbo a seguir. Un andar sosegado en constante contrapunto con su figura: el
cantautor luce aún más grueso que en 2009.
“Muy bien, chicos, veamos qué podemos hacer acá”, dice con
tono de gurú a su banda. Pero si de aliados se trata, el ex Sui Generis tiene
dos encargados que funcionan como extensión de sus brazos: le traen té, le
pasan un cigarrillo y lo cobijan del frío. Viven, actúan y trabajan para él.
Igual que en el concierto, Fanky y Rezo por vos encabezan la lista. “Bravo,
chicos, bravo, eso salió muy bien”, lanza el cantante, con voz rasposa, casi
como una lija que raspa la inmensidad de un arena vacío. Ahí García ya no
funciona como guía; más bien su rol es el de DT que aleona a sus dirigidos
antes de la final de campeonato. Y hay instantes en que incluso revela su lado
más riguroso. Al inicio de Pasajera en trance, detecta que una guitarra está
desafinada. Todo parte de nuevo. No queda conforme con las cuerdas de Piano bar
y pide, otra vez, que todo se reanude.
Luego, una pausa de cinco minutos, solicitada por él mismo, para
tomar té y encender otro cigarro. Se para, combate el frío acercándose a uno de
los focos y se va a un rincón, lejos de los músicos chilenos, quienes funcionan
casi como un escuadrón aparte. En el regreso, hay tiempo para gemas como
Hablando a tu corazón. Como si el lugar estuviera colmado, García se mueve al
centro del escenario y canta a una inmensa nada que ayer lo fue todo. Apunta a
un público invisible y mira el vacío que 24 horas después se convirtió en
caldera al son del cántico “¡Charlyyyy, Charlyyy! Luego pide que todo llegue a
su fin. Es el mejor epílogo para un hombre que, hasta en su faz íntima, ya ha
asumido como propio el credo de la resurrección.
Por Claudio Vergara
Fuente: La Tercera
DOS HORAS Y VEINTISÉIS CANCIONES
Casi dos horas duró el recital en Chile de la gira “60 x 60”
de Charly García, artista argentino que a estas alturas ya tiene estampa de
leyenda continental y solamente cosecha el cariño que irradia hacia su persona.
En la presentación del jueves ante unas siete mil personas
en el Movistar Arena, el argentino cumplió con su sueño de tener una pequeña
orquesta que lo secundara mientras él pasaba la mayor parte del tiempo en el
piano.
A su tradicional banda soporte The Prostitution, que le
provee de bajo, guitarras, batería, ahora el show cuenta además con corista,
teclados, bandoneón, percusiones de apoyo, xilófono y tres instrumentos de
cuerda en un concierto cuya carta de presentación es sinfónica, pero que
esencialmente es rock and roll con nuevos “juguetes”.
Este repaso por su carrera solista y por bandas como Sui
Generis y Serú Girán comenzó al ritmo de “Funky”, aunque precedida por
imágenes, extractos sonoros, portadas y carátulas en los que el músico enrostra
de buena manera sobre quien está ahí, en el escenario.
Su vestimenta “de guerra” vuelve a ser la de antaño, un
sobretodo con un brazalete que se mofa del nazismo y que en lugar de la
esvástica tiene el símbolo del “Say no More”, uno de los tantos conceptos que
impuso en el arte.
Pero lejos de generar odiosidad, este emperador musical del
bigote bicolor sólo gatilla simpatía y propugna el “paz y amor”. Incluso el
público hasta le perdona –sin ninguna pifia de por medio- un “Hola Mendoza” que
lanza, mientras canta el primer tema de la veintena de la jornada.
En ese momento a nadie le queda claro si es un nuevo
atrevimiento de los muchos que tiene en su largo prontuario o bien se trata de
un desliz, pero el público sigue disfrutando del show como si nada hubiese
pasado. Más tarde, tras un break, el mismo Charly pediría perdón por pensar que
estaba en Mendoza y no en Santiago, “adoro esta ciudad, de verdad”, diría
lamentándose entre risas.
“Rezo por vos” es el momento perfecto para que se proyecten
imágenes del fallecido Luis Alberto Spinetta y si bien falta ecualización para
darle mayor preponderancia o la debida a los instrumentos de cuerda en un
momento emotivo como ese, nadie se molesta. Lejos de eso, la gente se
congratula con poder estar nuevamente con una leyenda que en un momento creímos
perdida para siempre en el mundo de los excesos.
Su voz rasgada también le va tomando el tono a la noche y a
punta de preguntas se cerciora que “está todo bien”.
No conforme con estar al piano también se da espacio para
cantar de pie y mover sus delgadísimas piernas. Su sonrisa da cuenta de que en
realidad está todo bien y él puede tomar el camino que quiera en la velada de
recorrido musical, porque aquí y en muchas partes del continente simplemente
juega de local.
“Piano Bar”, “Yendo de la Cama al Living”, “Me Siento Mucho
Mejor”, “Canción de 2×3”, “Demoliendo Hoteles” y “Los Dinosaurios” es parte de
lo que sonó en el Movistar Arena. Ésta última canción acompañada de una sucinta
anécdota sobre los tramites para pasar de un país a otro –“cada vez es más complicado
entrar y salir, ni que uno fuera un delincuente” diría- antes de dedicar el
tema que habla sobre las dictaduras y “la gente horrible que tuvimos nosotros y
ustedes” en décadas pasadas.
“Nos Siguen Pegando Abajo”, “Hablando a Tu Corazón”,
“Popotitos” y “Canción Para Mi Muerte” marcan su despedida en la que la gente
lo despide entre aplausos pero con el deseo de seguir disfrutando de los muchos
clásicos a los que puede echar mano y que les “quedó debiendo” como dirían
algunos, mientras emprendían el camino a casa.
1. Fanky
2. Rezo por Vos
3. Cerca de la Revolución
4. No Soy Un Extraño
5. No Importa
6. Pasajera en Trance
7. Asesíname
8. Influencia
9. Instituciones (Sui Generis)
10. Perro Andaluz (Serú Girán)
11. Piano Bar
12. Yendo de la Cama al Living
13. La Grasa de las Capitales / Me Siento Mucho Mejor (The Byrds cover)
14. Canción de 2×3
15. Necesito tu Amor
16. Demoliendo Hoteles
17. Los Dinosaurios
18. Tango en Segunda (Sui Generis)
19. El Amor Espera
20. Llorando en el Espejo (Serú Girán)
21. No Llores por Mí, Argentina (Serú Girán)
22. Anhedonia
23. Nos Siguen Pegando Abajo
24. Hablando a Tu Corazón
25. Popotitos (Serú Girán)
26. Canción Para Mi Muerte (Sui Generis)
Por Gonzalo Rodríguez Torres.
Fuente: Recital
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